En Canto de luz negra encontramos una suerte de “fábula de los maestros”: un maestro le entrega al poeta Santos López un cartapacio para que complete o reescriba aquello inacabado. Así, la poesía, más que un ejercicio de un solo individuo, hijo de su ego, puede ser la obra de un taller de creadores que cooperan en una mutua comprensión, en una misma sensibilidad y tradición poética que se eslabona para trascender lo exclusivamente personal y subjetivo. De esta manera se revela, a modo de “aviso”, el trazo inicial de este libro.

Canto de luz negra nos propone lo inconcluso o lo incompleto, que a su vez tiene una cualidad positiva en la vida; Aquiles era inmortal, salvo por su talón. Entonces, en la poesía guardamos muy adentro la búsqueda de la completud, sello que se alarga hasta la reciprocidad del lector, quien finalmente realiza el poema. No hay escritura definitiva.

La luz negra a la que alude Santos López en este, su libro más dramático, es un canto que nos remite a lo preexistente: a la luz sin materia y a lo averbal. Son los himnos visionarios de un poeta, tras la experiencia del alma iluminada:

Solo cuando habitas en la luz que tropieza

se abre

la poesía de un eterno juego.

Chefi Borzacchini