Nunca son estrechos los caminos de una intimidad, sobre todo cuando está decidida a salir de sí misma. Sus registros, puestos en marcha por una vocación sostenida, pueden ser amplios. Así el diario aparece como el "instrumento" para desplegar la voz de una consciencia capaz de exponerse ante los otros. Ocurre de esta forma con Antonio López Ortega y su Diario de sombra. Aunque no está limitado a la expresión más desnuda, sí prepara el campo —minado— para una reflexión sobre el papel del intelectual, sus vínculos con el poder, los límites de su responsabilidad ante el país.

Para llevar adelante este ejercicio, el narrador revisa periódicos, ata cabos, amalgama, cita, comenta, asume la responsabilidad de su propio pensar ante la circunstancia de una democracia secuestrada por los más oscuros intereses. Sin sacarle el cuerpo a sus propios desasosiegos, aparece el reclamo por otro país, más plural, la entrega al placer de los viajes y las tramas, los interlocutores más cercanos y la inclinación al dibujo histórico que no renuncia a la introspección.

Alejandro Sebastiani Verlezza